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Imagina esto: el cielo se tiñe de púrpura, las nubes se abren en espiral y una sombra colosal ... la respiración: un dios gigantesco del espacio amenaza con consumir la Tierra.
Me la tatué, la compartí en redes, y empecé a notar que otras personas se identificaban con ese mensaje. Así empezó todo, sin quererlo del todo, sin planearlo. Fue un regalo de Dios”.